Razones estratégicas del voto ciudadano por Andrés Manuel López Obrador en el 2012 (1)
En
términos generales, los mexicanos no se caracterizan por ejercitar su
memoria
histórica, por lo que no estaría mal hablar profusamente de lo que
representaron
los 71 años de gobiernos del PRI, del autoritarismo, el presidencialismo
y el corporativismo, de los crímenes políticos, sociales,
económicos, culturales y ecológicos, de hitos como la masacre del 2 de
octubre,
el halconazo, la guerra sucia, las matanzas de campesinos e indígenas,
la represión
contra los opositores, la migración de millones de mexicanos a los
Estados
Unidos a consecuencia del Tratado de Libre Comercio, el Fobaproa o la
narcopolítica, pero el calendario electoral nos rebasaría. El PAN no se
ha quedado atrás en cuanto a récord de
atrocidades, pero tomemos como referente central una guerra mal
planeada,
conducida y ejecutada, que ha costado más de 60 mil muertos y miles de
desaparecidos
y una crisis de inseguridad y violencia sin precedentes, para dar cuenta
de la
incompetencia monumental de este partido para gobernar.
Una
democracia que se funda en un charco de sangre, corrupción, ilegalidad e
injusticia es ignominia pura y no otra cosa. El saldo de 83 años de
gobiernos del PRI y el PAN es un país destrozado, en el que las
funciones
del Estado han sido pervertidas y las instituciones están podridas hasta
la médula. México
necesita cambios profundos, pero los partidos políticos no han estado a
la
altura de las circunstancias para resolver uno solo de los problemas que
aquejan a la nación. La enormidad de los retos contrasta con la
pasividad o con las
acciones insuficientes, ineficaces y contraproducentes de nuestros
gobernantes.
Yo como tú, estoy hasta la madre de su ineptitud y de su desinterés, y
de que
nos traten a los ciudadanos como mero capital electoral. Ellos
actúan como si sospecharan que el país no tiene remedio y, como los
buitres,
sólo buscan repartirse los restos de este precadáver llamado México.
La
ciudadanía tampoco ha dado el ancho, se ha asumido en la apatía, la
desesperanza y la resignación ante el desastre colectivo. La respuesta
de la
mayoría se traduce periódicamente en el abstencionismo y el voto nulo,
formas
de protesta pasiva que jamás han tenido ningún resultado político. A los
políticos cínicos les tiene sin cuidado el desprecio de la gente, por
el
contrario, les alegra que sólo incondicionales y acarreados voten por
ellos y
los lleven al poder, pues así pueden seguir legitimándose a través de un
simulacro de
democracia. ¿Podemos permitir que sólo voten los que le
sacan provecho personal a la catástrofe? El voto nulo o la abstención
no benefician a
nadie, ni hacen a nadie puro o correcto, por el contrario, allanan el
camino al
voto duro o corporativo, representante de los peores intereses que
históricamente han dañado a la república. Basta de individualismo. Es
hora de anteponer el máximo interés de la nación a nuestras fobias
personales.
De
acuerdo, no te gusta el menú, a mí tampoco, pero recuerda que dos platillos
están envenenados y el otro, aunque no se ve apetecible, no te va a matar. No
podemos actuar como si no hubiera absolutamente ninguna alternativa sobre el tablero electoral. Si
Andrés Manuel López Obrador hubiera sido presidente en el último
sexenio, la historia habría sido muy distinta. ¿Habrá alguien capaz de
negarlo? Es
prioritario que en esta coyuntura política hagamos todo lo humanamente
posible
para acabar con el duopolio del poder del PRI y el PAN, porque el grueso
de los gobernadores y representantes legislativos que han salido de sus
filas merecen
estar en prisión (por cohecho, tráfico de influencias, enriquecimiento
ilícito, pactos con el narco, etc.) y no en las boletas electorales,
arropados por un manto de
impunidad. No merecemos ser gobernados por asesinos y ladrones. Esto no
quiere decir que excusemos al PRD.
Tampoco vamos a perdonar ni a olvidar sus propios errores, omisiones,
abusos y excesos, aún si estos han sido histórica, cuantitativa y
cualitativamente inferiores a los del PRI y el PAN. Lo que no podemos
hacer es actuar como si diera exactamente lo mismo que cualquiera de los
tres partidos estuviera al frente del ejecutivo federal.
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